viernes, 26 de diciembre de 2014

Hacia delante

El Estado, nuestro Estado, apresurado y siempre tan ajeno,
Languidece, desnudo, entre complejos y conflictos.

Único y unitario; es decir, unido en su malicia y corrupción,
Nodriza de diez héroes y diez mil villanos, tan elegantes,
Incubadora vieja e infértil,
Cuna de la gloria en la melancolía de una noche prematura,
Ocaso de cualquier filantropía y alba de las buenas intenciones.

Canto a una sociedad corrupta y hermana,
Amante de la desdicha y del infortunio tranzado,
Muchos y muy profundos son sus defectos, e
Importantes y muy profundas son sus cordilleras, tan lejanas.
Nubes de color rosa,
Ojos, millones de pares, de color ceniza.

Espejo cómplice de la muerte, dulce, de los afortunados.
Sostén inclemente de la impunidad y de la traición bárbara.

Hacinados, sociedad y Estado, en común cautiverio, y
Alegría (¿alegría?) de las viejas aves tan rapaces, tan sedientas.
Canto, amigo, amiga, también a los justos, a los leales, a ti.
Intención, agotada, de extender el palpitar de la tierra hacia nuestras raíces,
Agrietadas, apiñadas, adoloridas.

Delante danzan colibríes, con las alas cortas, pero libres,
Entrelazan juntos sus plumas inflamadas en sus pechos, tan níveos.
Languidece, nuevamente, la tristeza oculta (¿oculta?) en el socavón,
Avanzan firmes y orgullosos el alba y el acaso, surcando el cielo en armonía.
Nuestra sociedad, y nuestro Estado, apresurados y ajenos, aguardan aún su paso.
Temen el profundo barritar de sus nuevos pasos, tan veloces,
Esperanzas de concreto, hoy presentes, caminan hacia el único camino: hacia delante.